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Canciones de una generación (Rosario/12)
Por Edgardo Pérez Castillo
A las canciones de Adrián Abonizio –por lo pronto, a aquellas que incluyó en el flamante disco Extraño conocido, que hoy a las 21.30 tendrá su presentación gratuita en la Plaza Cívica de San Lorenzo 1949– pueden tildárselas de muchas maneras. Históricas, emblemáticas para la trova, poéticamente emotivas. Sin embargo, los rótulos se desmoronan ante la resignificación lograda con la placa editada por BlueArt Records, que cuenta con los arreglos de Carlos Casazza, quien además aporta su guitarra junto a la de Claudio Bolzani y el contrabajo de Charly Pagura (que para este concierto será reemplazado por Martín Marino). Desde esa sonoridad acústica, Abonizio se permite reabordar las composiciones creadas casi tres décadas atrás, reinterpretándolas desde la experiencia de una trayectoria que, según dejó en claro ante Rosario/12, le permite disfrutar de cierta condición de ilustre desconocido. Una currícula artística que, para forzar el autorreconocimiento del autor, debería agraciarlo con el don de la invisibilidad.
Porque Abonizio le esquiva a los elogios, y mucho más al autobombo. Aunque es allí donde gana capacidad analítica frente a su nueva obra. “La voz ha cambiado mucho, para bien, y es como volver a cantar las canciones en la génesis de lo que después se terminó llamando trova rosarina –admite–. En este caso soy un historiador de mí mismo, y tratamos de mantener una cronología de los hechos como algo casi periodístico. Y tienen un telón muy importante, porque no fueron compuestas ni en el exilio ni de vacaciones en Mar del Plata, fueron compuestas en Rosario en situaciones históricas de dictadura. Eso no las avala o convierte en algo de mayor o menor compromiso, sino en una fotografía, una instantánea de la época. Entonces tratamos de respetar esas instantáneas y no alterar el orden incluyendo temas que no correspondieran a esa cronología, porque son canciones del año 77 hasta el 83, cuando las canciones fueron grabadas por mí, en menor medida, y en mayor medida por Juan (Baglietto) y otros intérpretes”.
-Al escuchar el disco, da la sensación de que no apunta a ser un “grandes éxitos”, sino que tiene otro espíritu.
-Lo que pasa es que yo nunca los consideré grandes éxitos. Apenas las consideré buenas canciones. Lo que vino después fue producto de que se fogonearon, a través de Buenos Aires, canciones que fueron hechas acá. Ahora es como que volvemos al principio, hacemos de cuenta que no pasó nada y las volvemos a hacer como fueron concebidas. En todo caso pertenecen a un pequeño manual de historia que cada uno tiene en su cabeza, y corresponden a una etapa. Aparte mucha gente las quería escuchar en este formato. Contradiciendo eso de que uno no escucha a la gente y va siempre para adelante a la búsqueda de temas nuevos, de cantidad, buscamos un poco de calidad en diez temas, para lograr un disco que no sea largo, y que sea fiel a esa época en la que fue compuesto sin equipos, sin estudios, sin grandes pretensiones.
-De esas canciones hay muchas que fueron más escuchadas en la voz de otros cantantes.
-Claro, hay algunas que pese al autor, que soy yo, se convirtieron en caballitos de batalla de una suerte de generación. También hay algunas canciones que uno tenía olvidadas porque fueron grabadas en discos casi anónimos, por eso lo de Extraño conocido, porque a veces al autor no se lo conoce mucho. Y no es que uno viene a reivindicarse, porque realmente no lo preciso, porque si lo precisaría se notaría en el disco, haría algo más ampuloso, buscando más golpes bajos. Esto es como pasar en limpio lo que fue compuesto en distintas cocinas de distintos lugares donde uno vivió. Este es un disco que no perdió vigencia, porque está más o menos bien escrito. Queda mal que lo diga yo, pero si lo escucho no me sobresalta, no me choca, porque el 80 por ciento de esas canciones que grabamos las sigo tocando. Y las otras se me perdieron o las olvidé porque me parecieron muy inocentes en el sentido de que representaban unas ganas de que sucediera algo, y la canción ayuda aparentemente a que eso suceda. Como “Plantas argentinas” o “Cantándole a los vivos”, que no las había cantado más.
-Dice que su voz está mejor ahora que en aquel momento. ¿Cree que las canciones se resignificaron a partir de la interpretación?
-Sí, uno antes de grabar tiene que pensar si las palabras no se han vuelto en contra, si las historias han perdido vigencia o si uno ya no piensa lo mismo que antes. Pero como es poesía, y no tiene la pretensión de ser un testimonio de época, es inalterable en el aspecto de que por más que pase el tiempo sigue siendo poesía. En cuanto a la interpretación creo que aprendí mucho. Antes no me consideraba un cantor, pero ahora considero que puedo cantar mejor, aprendí algunos yeites gracias a haber tocado mucho. Hoy puedo cantar esas canciones con un poco más de conocimiento de lo que significa cantar. Antes a lo mejor andaba a los gritos, pero creo que lo hacía porque era más joven y había una necesidad de ser escuchado. Ahora uno ya fue escuchado, la generación de la Trova Rosarina ya se escuchó, con todos los errores que teníamos ya se sabe que somos buenos, que podemos integrar una lista de Pekerman, si hubiera una. Nuestras canciones, no sólo las de este disco, están metidas en la historia como un color más entre las tantas que hubo, están en los libros de texto, las cantan en los colegios, a veces en días patrios.
-¿Está conforme entonces con el resultado?
-Sí, mucho más de lo que creía. Nos dimos cuenta de que podíamos tener un buen disco, que podíamos homenajear a esas canciones sin desvirtuarlas y sin la necesidad de pensar en las versiones de otros. Lo que causa gracia es que el técnico que mezclaba eso tenía dos años cuando yo cantaba estas canciones. Pero le pasa a todos los tipos que van llegando a los 50 años, que tienen la necesidad de pasar en limpio y seguir.
-Más allá de lo que pase con Extraño conocido, ¿le interesaría continuar con esta mirada histórica de su propia obra?
-Sí, de hecho me interesaría armar un tríptico, hacer dos discos más. Pasar en limpio y a formato acústico las otras canciones que no han sido muy conocidas. Es como un libro de historia, porque las canciones de Extraño conocido fueron escritas en dictadura y nacieron en democracia. Sería bueno hacer otro disco con canciones escritas en democracia y un tercero con temas acostumbrados a la democracia. Depende mucho de las finanzas, de las ganas y el convencimiento, pero si uno hace un correlato de lo que está escuchando en este disco, se va a situar en una época en la que algunas cosas siguen igual, otras empeoraron y otras mejoraron. Pero sí se sitúan en una época en la que cantar esto era raro, era difícil. No éramos los únicos, por supuesto, pero por lo menos yo cada canción no la puedo sacar del contexto de quien gobernaba. La única forma que uno tiene de defensa es evidenciar el momento que está pasando. La música es un oficio muy riesgoso en el sentido de que queda mucha gente en el camino. Siempre se está soñando con una fama que no llega. Por suerte en mi caso no va a llegar nunca, ni me la merezco, la creo merecer, ni la preciso o pretendo. Pero sí hay un reconocimiento y muchas historias que me han pasado con canciones mías que han tenido caminos realmente insólitos con respecto a como uno las concibió.
-Cuénteme una.
-Una vez iba en un colectivo en Buenos Aires y un tipo vestido de payaso cantó “El témpano”, pero con la letra cambiada. Justo coincidimos en la parada, me bajé con él y le dije: “Che, esa frase no es así, es de otra forma”. “Yo no la cambié –me dijo–. Siempre me gustó pero no tenía plata para comprarme el cassette, y tuve la suerte de que caminando por la calle me encontré la letra en un cancionero, pero estaba sucia, borrada, y yo leí eso”. Lo que él cantaba era otra cosa, pero la cantaba con fuerza y ganas, entonces yo no tenía por qué corregirlo.
-¿Le dijo que el tema era suyo?
-No, para nada. Jamás lo hago, porque ese es uno de los placeres que a uno le da ser un conocido en forma anónima. Si uno pudiera llegar a la invisibilidad sería un placer enorme.
Un río. Un piano. Una mujer (Tomajazz.com, España)
Así podría comenzar la historia de esta centelleante opera prima registrada en un centro cultural pegado al Paraná que ya alumbró interesantes trabajos en solo piano, como los de Gerardo Gandini (Flores negras) y Ernesto Jodos (Solo).
Apenas finalizada una actuación de la pianista en el Festival de Jazz de Rosario, el productor Horacio Vargas le comunicó su deseo de publicar ese material para BlueArt. Así fue que, casi sin planificarlo, Paula Shocron vio nacer el primer álbum a su nombre. Llevaba yo ya unos meses con ganas de conocerlo, había leído algunos comentarios de la crítica especializada argentina que hablaban de ella como la revelación del 2005. Luego vi que este disco había sido calificado con cinco estrellas en Cuadernos de Jazz (por Carlos Sampayo) y más tarde pude apreciar el formidable papel que desempeñaba Paula en la última entrega del batería Pepi Taveira (Bs. As.
Inferno). La escucha de “La voz que te lleva” fue a la vez una inequívoca confirmación y una feliz sorpresa.
A través de ocho cortes (tres de Monk y los restantes de la pianista), Paula articula un lenguaje de una madurez y personalidad infrecuentes en un debut discográfico. Debut por otra parte bastante inusual éste por su formato en solitario.
Desde el primer tema, el río interior de la Shocron fluye con asombrosa naturalidad, transportándonos por territorios sonoros de gran inventiva que van de los vaivenes rítmicos y los recodos angulosos a los espacios intimistas y los remansos reflexivos.
En ese caudal tan personal confluyen el latido de Monk, el sonido post Jarrett, las influencias de la música de cámara y algún aire folklórico que podría recordar a Manolo Juárez.
Las lecturas de “Monk’s Mood”, “Off Minor” y “Evidence” son algo más que un sentido homenaje. En estas composiciones (¡cuánta música hay en ellas!) la rosarina encuentra un material óptimo para expresarse, para hacerlo suyo moldeándolo en elaboradas deconstrucciones y, finalmente, para hacerse con la complicidad del oyente atento.
“Vuelve viento”, “Caleidoscopio”, “La voz que te lleva” y “El golpe” nos enseñan que como compositora, Paula Shocron tampoco se queda atrás. Y si durante el recorrido de los primeros siete temas, admiramos a una instrumentista con un delicioso toque percusivo, una enérgica mano izquierda y una derecha que domina todas las velocidades, al llegar a “Coda” nos encontramos con una percusionista lúdica y audaz que pone un broche de oro a su debut en disco improvisando sobre una rica variedad de ritmos de raíz folklórica. El final es toda una invitación a volver a pulsar el Play, a comprobar que La voz que te lleva gana con cada escucha, a sumergirnos en ese hipnótico paisaje .
Hay junto al río un piano. Junto al piano, una mujer. Imposible saber dónde empieza el río, dónde acaba el piano, dónde la mujer.
La voz intima de Paula Shocron (El Sentinel)
La escena del jazz en Argentina comienza a adquirir un perfil internacional.
Se trata de un ambiente inquieto, con músicos curiosos y hambrientos de conocimiento y experimentación.
Muchos andan a la caza de tocar sin mayor recompensa que la atención de un público fiel. Otros muestran el signo de una madurez prematura. Ambos casos retratan a la pianista Paula Shocrón, que el año pasado obtuvo el premio Clarín como revelación del jazz por su disco La voz que te lleva, un debut de piano en solitario.
Aunque apenas tiene 25 años, Shocrón es vista como una veterana de la escena jazzística. Y no es para menos. Oriunda de Rosario, Shocrón toca el piano desde los tres años y ha desarrollado como pocos una relación íntima con el instrumento. Basta escuchar su grabación para darse cuenta de su portentosa imaginación y su profunda sensibilidad.
Pregunta: ¿Cómo surge tu relación con el piano y con el jazz específicamente?
Respuesta: Aunque en mi casa se escuchaba folklore, había algo de Miles — de su última época de los 80 — y algo de Duke Ellington. Mi tío era un fanático de Keith Jarrett y me lo hizo escuchar. Lo mismo sucedió luego con un disco de Chick Corea.
En la adolescencia, los discos empezaron a caer en mis manos y tuve interés por saber qué estaban tocando. Me puse a escuchar los discos y sacar la música. Escuchaba y escribía porque, por suerte, sabía escribir música. En un principio fui autodidacta, es decir fui desarrollando mi gusto musical sola, pero luego necesité ayuda y quise aprender más.
En Rosario, todos los años se hace el festival de jazz Santiago Grande Castelli, que además es muy buen docente. Yo me puse en contacto con él; lo llamé y empecé a tomar clases aquí, en Buenos Aires, una vez por mes o mes y medio. Hablo de 2001.
A los 17 años, tuve una lucha interna, ya que no quería tocar el piano.
Obviamente quería algo con la música, pero la carrera de piano me parecía algo muy simple. El repertorio de piano clásico no era para mí. Pero por otra parte estaba el tema de la composición y me vino bien ponerme a estudiar la Licenciatura en Composición Musical, en la Universidad Nacional de Rosario, donde estuve de 1998 al 2003.
Al mismo tiempo de a poco comencé a venir a Buenos Aires. Venía a tocar standards y a participar en jam sessions. Venir a Buenos aires me abrió la cabeza y me fue atrayendo cada vez más. De a poco tuve más motivos para venir a Capital.
P. En el 2005, salió tu primer disco como solista, La Voz que te lleva.
¿Cómo surge esta posibilidad?
R. En el invierno del 2004, ya estaba viniendo a Buenos Aires y estaba en transición entre Buenos Aires y Rosario. Me encontraba desligada de los músicos de Rosario. Luego vino el festival de Jazz de Rosario y se me ocurrió la idea de tocar sola. Es algo que me gusta mucho, ya que te permite generar cosas que no logras en grupo. Fue entonces cuando Horacio Vargas, del sello Blue Art, se me acercó y me dijo que tenía que grabar el material.
Cuando llegó el momento de la grabación, simplemente fui a las sesiones de grabación a tocar. Fue algo muy improvisado y es por eso que el CD suena espontáneo.
P. ¿No eres extremadamente joven para haber logrado tanto? ¿O este fue siempre tu objetivo cómo artista?
R. Aunque soy muy inquieta, no esperaba esto. Ahora mismo, para mí es un horror ya que la ciudad se muere. Siempre estoy buscando cosas, tocar lo más posible. El poder tomar composiciones y llevarlas a grupos y que otros músicos te incluyan en su música es algo que me da mucha gratificación. Para mí, componer es una excusa para tocar. Componer algo para que lo toque otra persona no funciona. Como músico, soy parte de lo que interpreto.
P: ¿Qué lugar ocupa hoy Buenos Aires? ¿Existió una necesidad de mudarte a la capital?
R. Estoy tocando mucho más que en Rosario, ya que a pesar de que el ambiente jazzístico no es grande en nuestro país, Buenos Aires es la forma de exponerte al mundo exterior. Es una especie de trampolín para el mundo, un nexo más fuerte. Aunque musicalmente hay movida en Rosario, hay pocos lugares para tocar.
P. Diego Fisherman dice que los músicos argentinos dieron la cara por el jazz argentino. Este año, muchos de los mejores músicos son de aquí.
R. Creo que es demasiado. Hay buenos músicos en todo el mundo, más aún en el jazz que es un género universal, gigante. Habría que conocer mucho para dar semejante opinión y creo que no sé lo suficiente.
Creo que la crisis del 2001 fue muy buena para el jazz local porque permitió que surgiera una nueva movida. Dejó de tocar gente de afuera y así surgieron los músicos de acá, muchos de ellos jóvenes. Aun más llamativo, tratándose de un país donde el jazz no es la música nacional.
P. ¿Tiene el jazz argentino un futuro?
R. Hoy hay más músicos. Tenemos que confiar en que somos argentinos. Debemos confiar en nuestra entidad. En ese sentido, el jazz se puede servir de la música de acá, nutrirse de lo nacional. El jazz hace justamente eso, toma cosas de distintas partes y no debemos tratar de imitar sonidos que no nos son propios. Si tienes una mínima conexión con el país, esa tiene que sentirse en el aire y no debe estar escondida.
Por ejemplo, si toco al estilo norteamericano, europeo o brasileño, va a sonar forzado. Hay que dejar que la entidad esté. Creo que deben aparecer cierto giros y melodías, a veces obvias y otras no, que a una, como argentina, le recuerdan a lo nuestro, como es el caso del folklore.
P. ¿Crees que puede ser una música de exportación, como el tango y el rock nacional? Existen cuatro sellos de jazz en un lugar donde esta música no es de consumo masivo.
R. Si no se pierde la identidad, se puede. De otro modo, no sería tan atractivo. Si escuchas, verás que todos tienen marca propia. Los sellos argentinos tienen su impronta, en ellos suena la música de la ciudad, del campo. Te suenan muchas cosas.
P. ¿Hay pianistas argentinos a los que admira por sus modelos o tradición?
R. Yo realmente no escuché a muchos pianistas argentinos, ya que por estar interesado en un género no local, fui a escuchar a los extranjeros. Hay una generación que me perdí, una anterior a los de mis padres. Hoy Ernesto Jodos es un referente. Como compositor de folklore rescato, entre otros, a Gustavo Cuchi Leguizamón.
P. ¿Con qué artista Te gustaría tocar?
R. Soñar es gratis, no terminaría más (risas). El otro día, hablamos de eso con un amigo, del sueño, a quién elegiríamos. No sé, así al azar, diría que a Jack DeJohnette y Dave Holland, músicos que admiro mucho. Puede haber una lista interminable, generalmente se trata de músicos que me parecen increíbles y de los cuales admiro su musicalidad.
P. ¿Pianista mujeres y por qué? ¿Cuáles son las principales y por qué?
R. En la argentina, folklore y clásico, hay un par de pianista: Hilda Herrera, Lilián Saba, Nora Sarmoria, me gusta el trabajo que hacen aunque entre ellas sean muy diferentes.
Para mí, la pianista Geri Allen es una referencia; me identifico con ella.
En cuestiones de composición me gusta Carla Bley, ya que es una pianista que genera interés.
P. ¿Qué te queda por hacer? ¿Cuáles son tus proyectos del próximo año?
R. Yo quiero seguir en este tren. Seguir grabando. En marzo o abril, estaremos sacando el disco del cuarteto, compuesto por Marcelo Gutfraind en guitarra, Julián Montauti en contrabajo, Carto Brandán en batería y con Pablo Pontoriero como artista invitado.
Por Ángeles Mase.
Poderosa imaginación (El Sentinel)
A sus 25 años de edad, la pianista argentina Paula Shocrón posee el estilo de una veterana.
Este debut en solitario no tiene nada que envidiarle a las mejores grabaciones de piano en solitario (pienso en la estupenda serie Maybeck). Vale destacar que le sobra técnica y le falta corazón e intuición. Pero la joven tiene una poderosa imaginación que convierte tres clásicos de Monk (Monk’s mood, Off minor y Evidence) en versiones antológicas.
Jazz sobre los sentidos (Cuadernos de Jazz, España)
Escribo a ciegas pero con los oídos de punta: la versión de Monk’s Mood que nos regalan esos dedos me retrotrae a épocas en que el jazz actuaba sobre los sentidos. La época de los descubrimientos estruendosos pasó hace tiempo, sin embargo… esta versión de Monk’s Mood hace volver atrás en el CD y comenzar a disfrutar en serio. ¿Qué es el disfrute para un aficionado al jazz? No se sabe bien, pero siempre conlleva la admiración por el músico. Paula Shocron ha logrado sorprenderme. Se trata de una intérprete auténtica, una artista contemporánea, libre y abierta en una época en la que es obligada la asociación con los maestro. La dependencia de esta sobresaliente jazzwoman, según confiesa en una entrevista, lleva al centro del jazz moderno, a la esencia de la música contemporánea: “Monk es mi segundo papá”. Tanta familiaridad se nota, paradójicamente, en la libertad con que Shocron afronta a Monk como problema. La paternidad parece más espiritual que estilística (no podría ser de otro modo, Monk infranqueable más allá de la imitación). Tres temas de Monk (el mencionado más Off Minor y Evidence) y cinco propios dan una idea del carácter de esa “paternidad”: como compositora, Shocron se muestra independiente y audaz, flotante alrededor de la esfera monkiana pero con la alegría de quien se sabe en grado de inventar lo que le dictan el corazón, la circunstancia, el talento y el teclado.
Argentina de Rosario, veinticinco años, esta pianista se ubica en primera línea con un disco solitario. Afirma algo que pocos, en la era de la corrección política, se animarían a formular: “La música es lo que importa, y debe haber una manera femenina de tocar. Muchas personas lo notan y yo misma lo noto en pianistas femeninas…”
Paula Shocron se suma con su talento a la estación efervescente del jazz argentino desde la época en que Gato Barbieri y Lalo Schiffrin tuvieron que emigrar para desarrollar su música. Para escuchar a esta joven habrá que viajar o mucho más fácil, comprar este disco.
Experiencia familiar y extrañada (Revista Acción)
Al inicio se oye algo así como una sucesión de sonidos sueltos, pero de a poco empieza a distinguirse, inconfundible, la melodía: “La cumparsita”, con todo su sabor porteño, aparece para volver a diluirse y reaparecer. Escuchar este segundo volumen de los “postangos” de Gandini es a la vez una experiencia familiar y extrañada, propia de uno de los más notables compositores e intérpretes de música “culta” o “de vanguardia” de nuestro país, que también tocó con Piazzolla y efectuó arreglos para Fito Páez.
Sobrio e intenso, en estos diez temas, solo con su piano, el autor de la ópera La ciudad ausente cita la tradición popular amorosamente y con un conocimiento evidente, a través de una interpretación reflexiva, que da mucha importancia a los silencios y en la que cada nota parece cuidadosamente pensada. Sugiriendo apenas el tema (“Malena” o “La última curda”, por ejemplo) en algunos tramos y en otros abordándolo directamente, hay algo de milagroso en el modo en que Gandini hace un arte rigurosamente erudito que, cuando se asoma a lo popular, lo asimila sin convertirlo en pretexto para “otra cosa”, con un enorme respeto. (Epsa Music) D. F.
Revista Acción, Nº 939.
La voz que te lleva (30 Noticias)
La soledad es un amigo… El poema de “popotitos” insiste: “Habrás de ver, cómo es la soledad. La soledad es un amigo que no está, que nunca volverá…” (la cita es de memoria, y ésta suele ser preferencial y caprichosa). Paula Shocron es dueña de un manejo del piano llamativo para una niña que no llegó a sus 25. Tiene, por tanto, falta de tropezones y exceso de esperanzas. Lo suyo es inmenso. Avanza con su material y mete a Thelonius (acaso el más, para mí Miles, acaso Coltrane, pero para muchos Monk es el más y para la historia es Ellington, pero sería incorporar a Winton a la discusión… es demasiado) y con Thelonius y su escaso pasado y su mucho oído “la paulita” golpea las teclas pensando en lo oído, en lo escuchado y para nada perdido y que mañana la esperará, porque no, una audición, otra como aquella en la que presentó material de “el Cuchi” Leguizamón junto a la armónica de Franco Luciani. Eso fue muy bueno y lo será mañana. Un punto a indicar de modo especial es el productor: BlueArt (el sello que arriesga con cosas como esta) apunta siempre a material que perdurará, pero que no motivará para romper las puertas de las casas de discos para arrebatarlos de las bateas. Good, black Vargas, good. Acerca del título, más allá que es “sólo piano” es que es eso: es sólo un piano, que no de papel…
DUOS | TRIOS (La voz del interior)
El guitarrista rosarino comparte este disco con invitados. Está el guitarrista Lucho González, con quién interpreta We will meet again de Bill Evans; el pianista Leonel Lúquez, para hacer San Vicente de Milton Nascimento; la cantante Liliana Herrero, para Piedra y camino de Atahualpa Yupanqui y el clarinetista Julio Kobryn que interviene en Tramonto de Ralph Towner, tal vez uno de los temas más logrados del álbum. También aparece Rubén Goldín para colaborar junto a Mariano Sayago (bajo eléctrico) en una estupenda versión de Saglie, saglie, del napolitano Pino Daniele. El resultado de estas combinaciones es un disco variado, que transita en un clima distendido diversos registros y una gran variedad de matices. Muy bueno.
Diálogos con Monk (Clarín)
La jazzista rosarina Paula Shocron debuta discográficamente en un formato exigente, el piano solo, y lo hace de modo irreprochable. De los ocho temas, cinco firma Shocron y el resto Thelonious Monk. La selección tiene el efecto de un diálogo con Monk y revela una inscripción en el tronco modernista del jazz, lo que no impide la eventual aparición de giros criollos (El golpe). Tanto las piezas de Shocron como sus elaboraciones de Monk son originales. Estas últimas van desde la forma abierta de Monk’s Mood —en una especie de tema con variaciones— hasta la cerrada concentración motívica de Off minor, pasando por el inspirado desarrollo de la irregularidad monkiana de Evidence. (F.M.)
MUY BUENO
