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Flores negras (tangodata.com.ar)

El segundo volumen de los “Postangos en vivo” grabados por Gandini en Rosario vuelve a mostrar la particular mirada del reconocido compositor. No hay aquí un mero reciclaje de información “culta” y “tanguera”, sino una dosificada –y despojada– acumulación de referencias artísticas.
Gandini interpreta clásicos populares como “El choclo”, “La última curda”, “Malena”, “Milonga triste”, “Flores negras” y “Nunca tuvo novio”, sin apelar a clishés ni sobreabundar en citas de virtuosismo artificial. Sólo con su piano, ejecuta también dos temas de su autoría: “El día después de la lluvia” y “Mi desgracia”.

Por Marcelo Perea.

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“Éste es un disco de momentos intensos” (El Ciudadano)

El guitarrista Carlos Casazza acaba de editar Dúos tríos, su primer trabajo discográfico, a través del sello local Blue Art. Después de años de acompañar a diferentes músicos y de integrar diversas agrupaciones, Casazza decidió lanzar un disco que, según dijo, “fue surgiendo solo” y del que participan figuras como Rubén Goldín, Liliana Herrero y Juancho Perone. Integrante de Eppur Si Muove, el Trío de Guitarras de Rosario y de un dúo junto a Leonel Lúquez, con quien editó el esplendoroso Retrato en blanco y negro (2004), Casazza incluyó en su primera placa temas de Bill Evans, Luis Alberto Spinetta, Atahualpa Yupanqui y Ralph Towner, además de composiciones de su autoría. En charla con El Ciudadano, Casazza se refirió a las características de su disco y habló de su debut como arreglador y productor artístico.

—¿Qué motivó la decisión de grabar un disco enteramente tuyo?—El disco fue surgiendo solo, no lo programé de antemano. Tuvo que ver con encuentros. Por ejemplo, con Rubén Goldín ya estábamos trabajando en algunos demos. Sergio Puccini me había encargado que le escribiera un par de dúos, Liliana (Herrero) me había invitado a tocar varias veces, y con Lucho González tengo una relación de muchos años. El disco fue surgiendo solo y con el tiempo me di cuenta de que tenía grabados varios dúos. Creo que es un trabajo que representa esos encuentros a lo largo de dos años. Es un disco de canciones porque siempre desarrollé tareas alrededor de la canción. Pero también hay jazz e improvisación. Quise que esa heterogeneidad estuviera presente en el disco, más allá del riesgo que implicaba.
—Llama la atención que el disco de un guitarrista abra con un tema de Bill Evans y que lo toques a dos guitarras y no hayas incluido un piano.—Elegí “We will meet again”, que es un tema muy sencillo. Tiene que ver con lo que me enseñó Lucho González, ya no en términos musicales sino de impresión y energía.
—Hablame un poco más de la heterogeneidad del disco.—La heterogeneidad es deliberada. Me faltó algo que tuviera que ver con la improvisación más libre, quizás eso quede para más adelante. A mí me gustan los roles distintos. Me gusta hacer un solo pero también tocar dos notas detrás de la voz de Goldín. No sé si es un disco solista porque yo no tengo un rol protagónico en todos los temas.
—¿Qué diferencia guarda tu disco con el típico “disco de guitarrista”?—Nunca lo pensé como un disco de compositor, más allá de que aquí queda en evidencia lo que puedo hacer como guitarrista, arreglador y productor. Hasta los temas míos que están en el disco son producto de la casualidad. Quise seguir la mirada y las elecciones de mis socios musicales. Creo que el disco se compone de fotos, de momentos intensos. La composición no era un plan. Quise cumplir el rol que me tocaba en cada ocasión, y siempre lo disfruté. Me parece que este disco es para escucharlo entero, funciona como un pequeño viaje. Recién cuando estuvo terminado me di cuenta de que había un concepto que tiene que ver con mi formación y mis gustos musicales.

—¿En qué género ubicarías el disco?—En su heterogeneidad, y desde el punto de vista del material musical, creo que hay un concepto relacionado con la idea de escuchar el disco entero, de principio a fin, como si fuera una suite. Y creo que todos los compositores incluidos en el disco, dejándome afuera a mí, comparten un espíritu melódico y armónico propio de la música popular contemporánea.
—¿Cuál es el mejor tema del disco?—No podría decirlo (risas). Cada tema transmite una sensación diferente y muy intensa. Escucho el tema que grabamos con Lucho y recuerdo la rapidez con la que salió. O el que grabamos con Goldín y recuerdo estar grabando esa voz maravillosa.
—En tu carácter de productor artístico, ¿cuál fue el objetivo?—Muchos arreglos están ligados directamente a la performance, en especial, en los temas más jazzeros. Pero hay otros más pensados. Hay un equilibrio. Lo que tenía que ser salvaje y desprolijo, quedó así. Y lo que tenía que ser más pensado, también tuvo su lugar. En ese punto conseguí un equilibrio. 
—¿Cuáles son tus proyectos?—Con Lúquez estuvimos presentando Retrato en blanco y negro hasta marzo. Ahora estamos armando un disco que se va a llamar Diez canciones argentinas, que no va a ser otra cosa que eso. También estoy trabajando en la música de la película de Hugo Grosso. Y en un proyecto con Julio Kobryn, pero recién empezamos, mucho no puedo adelantar. 
—¿Cuáles son los guitarristas que te han influenciado?—El problema es que cada vez escucho menos música (risas). Hace mucho que no escucho un disco de un guitarrista. Me siguen gustando los mismos de siempre, Ralph Towner y Bill Frisell. Tengo un romance perdido con los pianistas, a quienes odio profundamente (risas). Los envidio porque pueden manejar muchas voces. La guitarra tiene su propio mundo armónico y está en una situación de infancia con respecto al piano.

Por Diego Giordano.

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UN REPERTORIO ECLÉCTICO UNIDO POR LA ESTÉTICA DE CASAZZA (Página/12)

Implícito, supuestamente, en todo proceso de registro artístico, en el nuevo disco del guitarrista Carlos Casazza el goce se torna casi inocultable. Allí, en esos dúos y tríos (inclusive en un oculto cuarteto) el músico rosarino se presta al juego de la interacción sin roles definidos, compartiendo un repertorio amplio junto a un listado de notables. A saber: Mariano Braun, Gastón Bozzano, Rubén Goldín, Lucho González, Liliana Herrero, Julio Kobryn, Leonel Lúquez, Marcelo Petetta, Juancho Perone, Sergio Puccini y Mariano Sayago. Con todos ellos –en órdenes diversos, en formaciones variables– Casazza logra momentos de cálida intimidad, abordando un repertorio ecléctico en cuanto a su origen, pero unificado por un criterio estético que no hace más que realzar la notable labor del artista, que en diálogo con Rosario/12 reconoce: “Un poco el disco (editado por BlueArt Records) lo que trata es captar esos momentos de encuentro con los músicos que participan. Disfruté mucho de lo que me tocó hacer en cada tema, a veces improvisando, a veces diseñando un arreglo. Cumplo distintos roles y disfruté de eso”.

Intentando siempre capturar las tomas más espontáneas a lo largo del proceso de grabación –“Se trató de que quedaran bien las primeras impresiones, incluso en muchos de ellos quedó la primer toma, como en el caso del tema con Lucho. Yo disfruté mucho de eso, gracias también a la generosidad de los compañeros que se dejaron llevar por las cosas que les iba proponiendo”, explica el guitarrista–, Casazza plasmó una obra que escapa a los estereotipos propios de los discos de solista. En ese sentido, el músico coincide al expresar: “Ni siquiera lo pensé como un disco de compositor. Los temas míos que están ahí son producto, en principio, de la casualidad, en el sentido de que fueron surgiendo con los diálogos. Y así como no fue pensado como disco de compositor tampoco lo fue en el sentido del guitarrista solista. También el placer fue entregarse al rol que me correspondía sin pensar en ninguna otra cosa”.

Enriqueciendo aun más a la placa -que se llama Casazza/Dúos/Tríos-, la propuesta presentada a los músicos por Casazza incluyó la proposición de un corrimiento respecto a los terrenos habituales por los que circula cada uno de los artistas invitados. “Tenía pensado más o menos qué iba a pasar, mi tarea era diseñar el asunto –detalla el compositor–. En el caso de Liliana decidimos tomar un tema tradicional, `Piedra y camino` de Yupanqui, y ver qué podíamos hacer con esa forma tradicional. El arreglo que yo hago ahí tiene mucho que ver con la interacción del momento con Liliana. En el caso de Rubén también me parece que es un rol corrido, porque él canta un tema histórico de Spinetta (`Los libros de la buena memoria`) y la cosa pasaba por ver qué era lo que yo veía en ese tema, que originalmente está tocado como un blues, pero a mí me parecía que tenía un dramatismo muy particular. Con Lucho lo que hicimos fue tocar un tema clásico de Bill Evans de finales de los 70 (`We will meet again`), pero que en vez de estar trabajado desde el jazz está trabajado desde la rítmica que Lucho maneja desde su formación, porque es un guitarrista excepcional de folclore. Allí yo también le hago las bases rítmicas para que él improvise, entonces el desplazamiento fue un poco adrede”.

En ese mismo contexto, Casazza amplía: “En el caso del cuarteto escondido con Juancho, Kobryn y Mariano Braun, tenía que ver con que nos encontramos a tocar música instrumental con una formación que nos gustaba, pero no encontramos tema y decidí que en ese caso podría ir algo que yo había escrito, que es `Xul`. Después con Julio tocamos `Tramonto`, y ahí él toca el clarinete. Julio es un excelente saxo tenor y alto, entonces había que ver qué pasaba con el clarinete y con la parte jazzística de ese tema de Towner que no necesariamente es la que él tiene más en la cabeza.

Después en el caso de Leonel tiene que ver con una relación estable desde hace dos años y que ya es un proyecto autónomo, y `San Vicente` de Milton Nascimento es uno de los temas que más nos gusta tocar en vivo, en distintas versiones. Con Gastón Bozzano y Marcelo Petetta tocamos `Una casa en Carmo`, y con Sergio tocamos `Milongón`, un tema que él me pidió que componga para dúo de guitarras. Yo sabía que en caso de que estos desafíos fueran tales para ellos, los iban a pasar con creces, pero justamente la apuesta fue hacer pequeños desplazamientos que tuvieran que ver con eso, y por mi parte desplazarme junto con ellos”, agrega el guitarrista.

El resultado de ésas combinaciones artísticas, premeditadamente espontáneas, llegó a sorprender al propio cerebro de la cuestión, que sin falsas modestias reconoce finalmente: “No esperaba este disco. Lo que sabía era que iba a ser deliberadamente heterogéneo, que no era un disco basado en la unidad estilística. Tiene que ver con la heterogeneidad de la gente que está ahí. Es como una cuestión de reacción química, qué pasaba con estas reacciones químicas entre estos amigos y yo. Sabía que iba a ser heterogéneo, lo que no sabía es que iba a lograr lo que quería en cada situación. Más de una vez entré a grabar sin saber si eso podría ser incluido en un disco o no. Lo que sí encontré después fue que, por ejemplo, cuando hice el orden del disco con Juan Blas Caballero (que es quien resolvió magistralmente todo el aspecto de audio e hizo el corte final del disco), decidimos juntos el orden y hablando con él vimos que el disco era susceptible de ser escuchado de punta a punta en el orden en que estaban puestos los temas. Por supuesto esto es una ilusión, porque cada uno escucha el disco como quiere, pero nos dimos cuenta de que la heterogeneidad permitía como un viaje a través del disco en el orden en que estaba puesto”.

Por Edgardo Pérez Castillo.

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Carlos Casazza: “Estas canciones son producto de largarnos a tocar por placer” (La Capital)

“Son cosas que fui haciendo en los últimos tres años en encuentros con los compañeros. Ahí me di cuenta que iba quedando material que con el correr de tiempo y trabajándolo se podía convertir en un disco”, expresó el guitarrista rosarino Carlos Casazza que por medio del sello local Blue Art editó su primer disco solista “Carlos Casazza | Dúos | Tríos”.

“Estas canciones son el producto de largarnos a tocar por placer. Como en el caso de lo que hicimos con Rubén Goldín, con quien nos juntamos a preparar unos demos solamente en dúo y por placer porque nos gustaba ese formato simple de guitarra y voz. Por eso grabamos dos temas como •Los libros de la buena memoria’ de Spinetta y •Saglie, saglie’ del italiano Pino Daniele”, indicó Casazza, quien ha conformado diversas formaciones con los mejores músicos de la ciudad.

Además de Rubén Goldín, en “Carlos Casazza | Dúos | Tríos” participan figuras de trascendencia nacional como la cantante Liliana Herrero o el guitarrista peruano Lucho González. Al respecto, Casazza destacó: “El caso de Lucho es algo muy especial ya que él es mi maestro. Siempre que nos encontrábamos en algún recital, tras las bambalinas nos poníamos a hacer algunas cosas y por eso quise abrir el disco con un clásico de Bill Evans”.

Siempre sobre la placa, el guitarrista rosarino destacó la presencia, también en el trabajo, de su colega Sergio Puccini, “con quien encaramos otro tipo de lenguaje musical, ya que incluí uno de los dos temas que me pidió que compusiera exclusivamente.”
Casazza mantiene una estrecha relación profesional con la cantante Liliana Herrero, “por la que me la paso viajando a Buenos Aires porque estoy grabando para su nuevo disco. Con la vocalista grabó “Piedra y camino” de Yupanqui.

El músico abrió la participación en su disco a viejos compañeros de ruta musical en Rosario como el percusionista Juancho Perone, el saxofonista y clarinetista Julio Kobryn, Mariano Braun, el contrabajista Gastón Bozzano, el pianista Leonel Lúquez -con el que recientemente grabara otro disco-, Mariano Sayago y Marcelo Petetta.
“Por ejemplo, con Gastón y con Marcelo desde siempre conformamos una especie de trío virtual que siempre nos planteamos algún proyecto. Tras señalar que “ya vamos por el segundo disco con Leonel Lúquez” el guitarrista indicó que la característica del disco es la heterogeneidad. Esto no es una serie de demos guardados, sino un trabajo que grabamos prolijamente y sobre el que estamos meditando cuándo y cómo lo vamos a presentar en vivo”, dijo finalmente.


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Desde el margen (Rolling Stone)

El primer álbum de jazz hecho por una instrumentista mujer en este país”, puntualiza Ernesto Jodos en el librito de este cd, debut de la pianista rosarina Paula Shocron. Pero no es ésta su única audacia: el álbum es de solo piano y tiene composiciones propias y de Thelonious Monk. Para respaldar su atrevimiento, Shocron cuenta con técnica, expresividad, una creatividad imprevisible no exenta de humor (rasgo que comparte con Monk) y sensibilidad en su relación con el instrumento. Sus temas van de lo mediativo a lo rítmico y dejan filtrar influencias del folklore argentino, como en “Coda”, en que usa el piano de manera percusiva.

Por Claudio Kleiman

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Pianista inspirada y de impecable estilo (La Nación)

Una artista inspirada. Una solista que puede ser torrencial o medida, ardiente o distante. La actuación de la pianista Paula Shocrón en ocasión de presentar su primer disco, “La voz que te lleva”, fue impecable. Tanto en lo estilístico como en las formulaciones de los distintos mensajes, la joven artista rosarina dejó en evidencia madurez y talento.

La Shocrón propuso dos grandes líneas de interpretación; por un lado, su música original compuesta por ella, por el otro, temas de Thelonious Monk. Asimetrías interesantes que mostraron ubicuidad e ideas propias.

En su material sobresalió su bagaje pleno de influencias contemporáneas; en las versiones de Monk, no faltó ni el riesgo, ni el swing. En efecto, Shocrón trabajó una serie de materiales sobre los cuales plasmó las señales de su estilo, por momentos locuaz, en otros, de tono introspectivo.

Comenzó con una improvisación tomada de un pequeño motivo melódico cercano al espíritu del rock. Sobre ese basamento construyó un mensaje abstracto, tocado de una manera quebradiza, arpegiada dentro de una textura rítmica alimentada por una mano izquierda potente e independiente.

“Caleidoscopio” es una pieza de aroma contemporáneo. Su articulación moderna subordinó aquí el motivo melódico a una idea más asociada a lo tímbrico.

La Shocrón mostró un ataque de gran potencia y nitidez que le confirió a su manera de tocar una bella sonoridad.

“El golpe” es otra de sus propuestas de moderno lenguaje con vueltas que parecen asimétricas y que le dan un tono cambiante a esta composición. Dentro del tema emerge, a medida que desarrolla sus ideas, una métrica ternaria que le da un aire de chacarera al ritmo.

Y llegará Monk

Vendrán luego dos temas de Monk enlazados, “Panonica” y “Evidence”, en los que la pianista recreó sólo una parte de esa inusual arquitectura monkiana para dejar paso a sus propias inquietudes. Una especie de forma de reorganizar la estructura armónica que derivó en una bonita versión de “Evidence” y ese suspenso que llevan sus silencios, su forma entrecortada de relato, ese sabor del desasosiego muy explícito en la obra del pianista.

El segundo tramo del concierto estuvo dedicado a desarrollar algunas de las principales líneas de su composición como “La voz que te lleva”, un tema cristalizado sobre una pequeña melodía y que carece de toda dinámica. Un relato que suena cálido, pero sin ataque, como una nube que flota sobre un valle.

Vendrá otro tema de Monk, tocado durante una buena parte como boogie-woogie, marcado en negras el caminar del ritmo. Para el cierre, la pianista eligió una interesante posibilidad. “Doxy”, de Sonny Rollins. Tocado a tempo, Shocrón mostró ser una creativa improvisadora, ocupada en seguir desarrollando un mensaje poderoso y donde la búsqueda del estilo encuentra espacio.

Una de las jóvenes con mayor talento de la escena del jazz. Una de las cabezas más creativas que tiene el género.

Por César Pradines

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Entrevista con Paula Shocron (Clarín)

“Monk es mi segundo papá”

La voz de mi abuela impulsó mi inmersión en el mundo de la música. Desde chiquita sacaba canciones e improvisaba melodías que mi mamá anotaba en un cuadernito. Así lo cuenta Paula Shocron, la pianista rosarina de 25 años —hoy instalada en Buenos Aires —, antes de presentar su primer disco solista en Notorious, mañana y el 7 de julio. “Por eso, mi disco La voz que te lleva está dedicado a mi abuela Olga. Ella y mi abuelo venían a casa, tocaban el piano y cantaban”, completa.

En las notas del disco, Ernesto Jodos señala que no es frecuente que un pianista se lance con un primer disco en solitario, ¿qué la llevó a tomar esa decisión? “Me siento muy cómoda a solas con el instrumento. El formato solista me da la libertad de decidir en todo momento el juego. Además, no me intimidan lo técnico: al tocar confío en que la técnica que aprendí funciona y va a operar; estoy ahí para pasarla bien, para jugar y bailar con el piano”.

En La voz que te lleva, Shocron revela su admiración por Thelonious Monk. La idea del silencio como motor del ritmo y un sonido punzante aparecen tanto en las relecturas que Shocron ofrece de Off minor, Monk’s mood y Evidence, como en el repertorio de su autoría. En Off minor, Shocron profundiza la monkiana manera de desarticular las frases y, por vía de un desarrollo brahmsiano, da rienda suelta a un obsesivo juego de repeticiones y variaciones de motivo y acordes. El impulso rítmico de Shocron no desaparece nunca y un grupo de notas repetidas, de gran condensación rítmica, se yuxtapone al momento de mayor lirismo de Monk’s mood. “Los temas de Monk son atemporales”, explica. “Monk era sobrehumano y yo lo considero mi segundo papá. Pero más allá de mi contacto natural con su música, estudiar composición me abrió la cabeza: no soy la misma después de haber aprendido historia, del canto gregoriano hasta la música de John Cage y Morton Feldman. Reconozco que en mi relación con la música académica no hay naturalidad: estudié y después traté de imitar lo que había entendido. Pero con el jazz el proceso fue al revés: el estilo lo aprendí mucho después de haber gastado horas jugando en el instrumento. No fui a una escuela de música popular, ni aprendí el estilo de nadie hasta que no tuve algo propio”.

El último tema de La voz que te lleva es una improvisación sobre el encordado del piano; una improvisación con palillos en la que el ritmo y la caja de resonancia son protagónicos. “Una vez en el teatro, mientras grababa el disco, se me ocurrió improvisar sobre las cuerdas; como no había llevado ninguna baqueta, me armaron una para que me diera el gusto de jugar”, cuenta.

Por Sandra de la Fuente.

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A la marosca (El Intruso)

Paula Shocron es una joven pianista argentina que ha decidido debutar discográficamente con un disco de solo piano basado en composiciones propias y de Thelonious Monk.

Debo reconocer que la primera vez que la escuché fue en un concierto de similares características y que el solo hecho del repertorio elegido me provocó una cierta curiosidad y un incipiente entusiasmo.
La impresión causada en aquel concierto fue potente.
No había mucha gente, pero eso no pareció importarle a la pianista.

En La voz que te lleva, las expectativas propias también fueron grandes; pero generalmente esas expectativas suelen jugar en contra, habida cuenta de que en general en esas situaciones se recibe menos de lo que se espera.
No ha sido el caso.
Como bien apunta Ernesto Jodos en las notas que acompañan al compacto, éste es “el primer álbum de jazz hecho por una instrumentista mujer en este país”. Más allá del valor anecdótico y de haberme preguntado si era conveniente que el debut fuera así, un mano a mano y bien pelado, la Shocron tiene con qué.

Nacida en Rosario en 1980, integró varias agrupaciones: La revancha, El soplo y el Trío de jazz contemporáneo, entre otras. Actualmente posee un cuarteto propio e integra la banda del baterista Pepi Taveira.
Ya en la apertura (un notable Vuelve viento) queda claro que estamos frente a una pianista de jazz. Pero a continuación, en Caleidoscopio asoman otras vertientes; pueden adivinarse (más que adivinarse… están ahí) influencias clásicas y también folclóricas.
La pianista se revela no sólo como una muy buena instrumentista, sino también con una interesante perspectiva compositiva.
Y aunque parezca un desatino, es en la trilogía Monkiana donde queda esto plenamente manifiesto.

Las lecturas que realiza Shocron, en particular de Monk’s mood y Evidence, son no solamente interesantes, sino que se sumerge en el mundo de Monk pero termina apropiándose de esas composiciones que (no) le son ajenas.
La pianista posee gran ductilidad, una mano derecha veloz y una izquierda potente; me vienen a la mente Mary Lou Williams y más acá en el tiempo Jessica Williams (escuchen El golpe –ahí parece estar todo- y me cuentan); pero que quede claro que hay una forma y un estilo personales y que afortunadamente parecen estar en pleno desarrollo.

Hay un problema que puede crearse a partir de este disco y es lo difícil que va a resultarme imaginarla en otro formato que no sea en este diálogo personal con su instrumento, una real extensión de su cuerpo, incluso en Coda, notable cierre percusivo del compacto.
Hay pirotecnia, hay pausa, hay ductilidad, un estilo y un lenguaje.
Una fuerte personalidad.
Una realidad auspiciosa y un futuro tremendo.
La Shocron parece saber lo que quiere transmitir.
Y la jodida, además, lo logra.

Calificación: A la marosca.

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Una pianista con fuerza creativa (La Nación)

Shocrón es una de las artistas que mejor encarnan la efervescencia de la escena local. Su estilo, que parece una cruza entre la música contemporánea con el jazz moderno, la fuerte carga de emoción que pone en su interpretación y una creatividad sostenida en composiciones que abordan de manera novedosa los criterios de improvisación.

La música de Shocrón, radicada desde el último año en Buenos Aires, muestra un impulso básico que viene de la técnica clásica, pero que devino una forma jazzística, emparentada con el espíritu contemporáneo.

Desde su enfoque, en el que predomina cierta densidad armónica, hasta la utilización de sus silencios, la pianista se ha convertido en unas de las “cabezas” más interesantes que tiene el jazz en Buenos Aires.

Su actuación de piano solo se complementa con su actividad en cuarteto, con Marcelo Gutfraind, Julián Montauti y Carto Brandán, y como miembro del grupo del baterista Pepi Taveira.

Shocrón recordó que la música llegó en su jardín de infantes. “Hasta buena parte de mi adolescencia estudié piano. Era a la manera clásica y académica al punto que un día me cansé de todo y dejé de tocar”, señaló la pianista durante la entrevista con LA NACION.

La rigurosidad de sus estudios no le impedía ya en su casa sacar de oído temas populares que sonaban en la radio o en los discos que llegaban a sus manos. “Siempre fui muy orejera; mantuve también cierto placer por la improvisación, de ahí que cuando empecé a escuchar jazz me enganché mucho en ese aspecto”, agregó.

Mientras escuchaba casetes con la música de Ellington, cayeron en sus manos dos discos, “Spain”, de Michel Camilo y Tomatito y otro de Chick Corea. “De allí saqué muchos solos y me empapé de pianistas modernos. También diría que estudié a Bill Evans y después llegó John Coltrane; en ese orden entré al lenguaje del jazz”, dijo la artista.

Estudió la carrera de composición en la Universidad Nacional de Rosario, donde comenzó a escribir y de a poco retornó al estudio del piano.

“Fue un tiempo en que había dejado de estudiar; tocaba el piano en un grupo de rock; la verdad es que con tanto estudio formal terminé por sentirme muy presionada”, señaló Shocrón.

Una tendinitis grave y rebelde la obligó a enfocar su actividad musical desde otro lugar. “Estuve casi un año sin tocar, tenía 19 y me acerqué a Ernesto Jodos con ese problema. Fue un encuentro providencial pues me ayudó mucho; hizo las cosas muy sencillas y pude ir recobrando fuerza para reencontrarme con mi música”, explicó la pianista. Mientras tanto comenzó con una técnica denominada Alexander, de autoconciencia, y que consiste en usar la energía que sólo se necesita para tocar. “Fue volver a una posición cero; de ahí en más es empezar todo de vuelta en lo postural y en la fuerza muscular que necesito para tocar”, admitió.

Por César Pradines

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Entrevista a Paula Shocron: “Tocar sola es habitual para mí” (Página/12)

La conjunción de ciertos datos podría explicarlo todo. Sin embargo, es obvio, no toda niña que tenga un piano en la casa de los abuelos, en cuya casa se escuche folklore y que descubra por casualidad y se intrigue por una selección azarosa de discos de jazz oídos en los del tío, se convertirá, al crecer, en una de las figuras más importantes del jazz de su país. Qué es lo que hizo, entonces, que la rosarina Paula Shocron sea hoy una de las pianistas fundamentales de Argentina, que su disco de piano solo, recién editado por BlueArt, sea uno de los mejores publicados últimamente y que esté entre los instrumentistas más requeridos del ambiente, seguirá siendo, hasta cierto punto, un misterio. No lo es, en cambio, el detalle de su toque, la precisión de sus articulaciones, la musicalidad de su fraseo y la riqueza de sus matices. Ni, tampoco, la originalidad de sus composiciones, donde se codean con naturalidad y sin ninguna clase de impostación el swing y el impulso del jazz con ciertos elementos de la tradición folklórica rural.

“La idea de hacer un disco de piano solo surgió casi sin pensarlo”, dice Shocron, que hoy a las 21 lo presentará en vivo en Notorious (Callao 966). “Primero estuvo la propuesta de hacer un concierto con esas características durante el Festival de Jazz de Rosario del año pasado. Me interesó porque, por un lado, el hecho de tocar sola es habitual para mí. Todo pianista toca solo en su casa y tiene ese contacto íntimo con el instrumento como parte de su vida. Me resultaba atractivo, también, el hecho de tocar con más libertad, de no tener que ceñirme a lo que estuvieran tocando otros, de poder detenerme en un lugar o pasar de largo según me diera la gana en el momento. Y lo que resultó determinante fue que se trataba de tocar en un instrumento que me gustaba mucho.” Shocron se refiere al piano del Centro Cultural Parque de España, donde Gerardo Gandini y Ernesto Jodos registraron también –ambos en vivo– sus discos de piano solo. Y, como en esos casos, fue el productor Horacio Vargas, creador del sello BlueArt, quien generó la idea. “Apenas había terminado de tocar cuando él me dijo que eso había que grabarlo. Lo pensé un par de días y le dije que sí”.

El disco tomó el nombre de uno de los temas compuestos por Shocron, La voz que te lleva, y la decisión de hacerlo, según la pianista, tuvo que ver, también, con el hecho de “estar en un momento de transición; en ese momento ya no estaba tocando demasiado con músicos de Rosario, estaba empezando a pensar en instalarme en Buenos Aires, ya estaba trabajando con gente de acá, aunque todavía no con regularidad, y sentía que estaba pasando un tren al que tenía que subirme y del que este disco era una parte fundamental”. Si bien los álbumes de piano solo suelen ser la culminación de la carrera para muchos músicos de jazz, en este caso se trató casi del principio. “No fue pensado de esa manera –afirma Shocron–, simplemente sucedió así. Y grabarlo fue muy fácil; muy espontáneo. Lo grabé prácticamente en un solo día.” Desde hace cuatro años, la pianista venía con asiduidad a Buenos Aires y sus proyectos se conectaban cada vez más con los de músicos de esta ciudad. Actualmente, además de tocar sola y con su trío –junto al contrabajista Jerónimo Carmona y el baterista Carto Brandán–, forma parte del cuarteto del saxofonista Luis Nacht.

En las notas incluidas en el folleto del CD, Ernesto Jodos, que fue su maestro, confiesa que, a pesar del pedido de Paula Shocron, no puede dejar de mencionar el hecho excepcional de que se trata de una mujer. Excepcionalidad a la que hay que agregarle la de su edad. Ya los 20 años se hablaba de ella como de una de las revelaciones del jazz y ahora, a los 25, es una figura consolidada. “Tengo muy claro que en esto soy un músico más –dice, y remarca la masculinidad del sustantivo–. Lo femenino queda para otros lugares. Con los tacos no se pueden tocar los pedales del piano. En cuanto al estilo, ignoro si hay realmente una manera femenina detocar, pero supongo que sí. Pienso en pianistas como Geri Allen o Marilyn Crispell y creo que hay una mayor libertad, más juego, más improvisación, incluso a riesgo de meter la pata. Me parece que las mujeres somos más de decidir en el momento y de salir con cualquier cosa; de tomar un rumbo insospechado o hacer que una melodía derive en una frase totalmente impensada”.

Por Diego Fischerman