El choclo, Mimi Pinsón, Nunca tuvo novio, El día después de la lluvia, Flores negras, La última curda, Los pájaros perdidos, Mi desgracia, Malena, Milonga triste (Blue Art/ Epsa Music).
Al llevar como subtítulo “Postangos en vivo en Rosario, volumen 2” es inevitable que “Flores negras” -la más reciente publicación de Gerardo Gandini- sea comparada con las placas anteriores de “Postangos”; un disco grabado en estudio, en 1996, y en otro en vivo, en 2000.
Entonces, lo primero que hay que decir es que, en líneas generales, aquí se escucha a un Gandini más tonal, con una enorme capacidad para sintetizar ideas que aparecen al ritmo de su improvisación, y muy inspirado para una interpretación exquisita de los pasajes tangueros más simples y bellos del repertorio que ha elegido. También habrá que suponer que fue seducido por varias melodías (las de “Malena”, “Flores negras”, “Nunca tuvo novio” y “La última curda”, entre otras).
Gandini “canta”, y muy bien, con los dedos de la mano derecha. Porque la actitud lúdica que había manifestado en los discos anteriores también está presente, pero suena mucho más moderada.
En las cuestiones estrictamente musicales, difícilmente se puedan refutar algunos conceptos que manifestó acerca de este CD. Dijo que esta vez había sido más despojado respecto de su primer “Postangos”. Aquel había sido provisto de improvisaciones más “virtuosísticas” y referencias a obras del siglo XIX, de autores como Liszt o Chopin. Alcanza con escuchar tres o cuatro temas del nuevo álbum para compartir la opinión del músico.
Claro que Gandini no ha perdido ciertas “mañas”, si es que alguna acepción de esta palabra puede ser entendida como un elogio. Puede ser un ejemplo la cita “nupcial” de Félix Mendelssohn (convertida con el tiempo en el principal hit de los casorios) que se escucha al final de “Nunca tuvo novio”. O basta recordar la versión de “La cumparsita” del primer disco “postanguero” de Gandini y el modo como interpretó “El choclo” en el concierto de solo piano que quedó registrado para la publicación de este nuevo CD. (Esta grabación fue realizada el 27 de noviembre de 2004, en el Teatro Príncipe de Asturias del Centro Cultural Parque España, de la ciudad de Rosario).
Aquella versión de “La cumparsita” tiene un enorme valor. Los porcentajes de líneas melódicas y de acordes originales son mínimos. Y aunque no lo fueran, todo está muy bien disfrazado en la catarata de sonidos que Gandini despliega. Sin embargo, “La cumparsita” puede ser reconocible gracias a la acentuación que el músico le da. No fueron la melodía ni la armonía los elementos fundamentales de la versión sino la manera de construir el gesto rítmico. El resultado de este recurso aplicado a la música popular fue sorprendente.
Fotos de un tango
Esto es comparable a lo que hace con un fragmento de “El choclo”, pieza que decidió grabar por segunda vez en esta serie de discos. En los primeros 40 segundos descuartiza algunas frases. Con gran precisión extrae partes como si recortase fotogramas. Sólo después expone una parte B de modo más o menos tradicional. Lo mejor de todo esto es que no es necesario ser un experto para darse cuenta y disfrutarlo.
Para seguir con similitudes y diferencias, en este CD el particular modo de Gandini para exponer y reexponer está más vinculado a un orden estructural de los temas. Como ejemplo sirve la introducción de “Nunca tuvo novio”, que, dentro de esa estructura, toma el lugar de una “cadencia” tanguera de piano que preludia el motivo central del tema.
Las dos piezas que llevan la firma del pianista -la segunda de las cuales tiene varias citas- suenan con una notable melancolía tanguera, aunque no estén ceñidas al género. Son un par de obras que quedan muy bien dentro de este repertorio. Y con “Malena” y “Milonga triste”, dos títulos que reserva para el final de la placa, Gandini alcanza interpretaciones muy emotivas.
En el resto del repertorio, conformado por temas muy conocidos, se alternan las improvisaciones con ideas que surgen de movimientos repentinos y las que parecen desarrolladas con cierta proyección. ¡Qué ingenioso que es para conseguir el efecto que busca al pasar varias veces por intrépidas escalas que ganan altura en “Los pájaros perdidos”! También esto se hace evidente cuando toma el remate de “La última curda” para sintetizar un trino que luego avanza sobre otros pasajes.
Entre lo que no se puede afirmar, pero sí suponer, falta sugerir la probabilidad de que Gandini haya cantado o tarareado una y otra vez estas melodías, al menos mentalmente. ¡Y qué lindo las canta, aunque no se escuche su voz!
Por Mauro Apicella.
