Cuadernos de Jazz, España

EL HOMBRE QUE CURABA A LA MÚSICA DE SUS REPETICIONES

Enero de 2009

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La Nación

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Cuadernos de Jazz, España

Enero de 2009

EL HOMBRE QUE CURABA A LA MÚSICA DE SUS REPETICIONES

Por Marcos Maggi

Horacio Larumbe tocaba abriendo cajoncitos de los que sacaba sonidos que se parecían a nada. Su música -cortada, intervenida- es una presentación constante de novedades, un proyecto alimentándose de proyectos. Si este disco fuera una ciudad, estaría llena de pasajes con olor a tabaco, a madera, a pan, a ropa de bohemio recién planchada. Nunca caminaríamos lo suficiente para terminar de conocerlos. Si volviéramos la cabeza, el tramo recorrido ya no sería el mismo. Quizá ni existiría. 

Como en la escritura automática de los surrealistas, y siguiendo un esquema laberíntico, la fuerza de este directo radica no tanto en la exploración como en la rebelión contra lo compuesto, contra toda estructura: improvisación que invade las melodías y que es cita y enriquecimiento magistrales. Este álbum póstumo, que Larumbe no quiso grabar y cuando lo escuchó se negó a editar -él prefería la vitalidad de la experiencia directa- es el registro de una noche (11 de octubre de 2002) en el teatro Centro Cultural Parque de España, de Rosario. Tiene una grandeza que se erige en filosofía musical: las composiciones son llevadas y no al revés; la historia de los standards, con sus infinitas versiones, o los ritmos populares, no encierran al pianista y lo conducen. Larumbe va por delante de la música; la doma con una frescura que no recuerda a nadie. Moon River no hace pensar tanto en Moon RiverHow High the Moon resplandece de antónimos y La Puñalada fue vestida de candombe. 

Larumbe reinventaba siempre, metiendo las manos hasta el fondo de lo ya escuchado para curar a la música de sus repeticiones; tocada por él, una melodía sentía ganas de cambiarse el nombre. La ceguera hay que invocarla. Pero aparte de la famosa réplica (no le gustaba que lo llamaran “No vidente”, porque -explicaba- “A un pobre no le dicen ‘No rico’”) ya es algo anecdótico. Aquí importa la otra noche, aquella de Rosario. Para los que estuvieron, fue mágica. A tanta música periférica, el adjetivo le queda chico. Qué bueno que hayan rescatado el disco porque ahora, en esa noche de Rosario, podemos estar todos.